El Salvador: contempla, siente y transciende

Como Margarita Yourcenar titulaba su ensayo El tiempo gran escultor, hablando del efecto de cronos en las esculturas antiguas, igualmente me atrevo a definir este edificio histórico de Talavera: el tiempo ha moldeado su vestido, pero su alma, o mejor dicho, sus almas, permanecen imperturbables a pesar de los siglos y las modas. Y es que lo inexorable de la Historia es la sensación de fugacidad y mutación.

De ahí que acercarse a un inmueble con valor histórico-artístico es adentrarse en un terreno de la dialéctica entre el presente y el pasado. Nuestra percepción de las cosas que nos han llegado a través del legado temporal del patrimonio es por una parte espontánea; las sensaciones son las que juegan, la armonía de la composición arquitectónica, la belleza de la ornamentación y de la escenografía decorativa que sirve de fondo a las actividades humanas que allí se desarrollaron, etc. los sentidos priman sobre la razón.

Una vez superado este estadio, la comprensión racional del edificio nos obliga a establecer cánones de interpretación científica contextualizándolo en la época que se construyó, las intervenciones históricas a lo largo de los siglos, el pulso vital que provocaba el uso social, religioso, cultural, económico o político del recinto, los estilos artísticos que influyeron en su desarrollo y otras variables.

Pero siempre he entendido que hay una tercera vía, y es la que integra a las otras dos y las supera, y es la espiritual. En este estadio, no se mira, se experimenta; no se entiende el edificio, se vive; no se contempla simplemente se trasciende, llegando a una comprensión total del “todo”.

En la antigua iglesia parroquial de San Salvador de los Caballeros de Talavera esta concepción me resulta más atractiva. Porque más allá de los elementos artísticos y arqueológicos que conforman su actual complejo cultural,  el edificio conserva el alma de los siglos, las vivencias de los hombres y mujeres que han quedado fosilizadas, y que adquieren ese aspecto que hoy contemplamos.

Restos de una posible construcción islámica se han descubierto en la zona del crucero, pero es en el siglo XII cuando arranca verdaderamente la historia del templo cristiano. Una iglesia románico-mudéjar que presenta un hermoso ábside, con arquerías de ladrillo al exterior, y con una semicúpula con pinturas románicas en su interior, donde un pantocrátor originalmente presidía el espacio sagrado rodeado de los cuatro evangelistas: una importante muestra del arte pictórico de finales del siglo XII y principios del XIII. El Apocalipsis bíblico mostrado como catequesis para el hombre medieval. Dos capillas góticas tardías se abrieron en el muro sur como dos retoños crecidos en el tronco madre de la nave. Los nobles obsesionados por el más allá deseaban descansar en habitáculo embellecido con portada de arco conopial y carpanel, decorados de sencillas pinturas al gusto del otoño de la Edad Media.  Esta se amplía y reforma sobre los restos medievales y se cubre en el siglo XVI con bello artesonado de tradición mudéjar. En este momento renacentista también se adorna y se dota de portada y atrio amplio en la zona norte. Un enorme y gigantesco San Cristóbal decoraba una de sus paredes, pero el tiempo se encargó de borrarlo, negando su existencia a la memoria de los presentes. La azulejería talaverana del siglo XVI, las pinturas al fresco y al temple en hornacinas del crucero y ábside, y otros elementos decorativos del barroco, cuando el esfuerzo de la Contrarreforma católica por cambiar el aspecto de los antiguos espacios de culto era evidente. Maquillar, tapar y crear efectos ópticos, con el trampantojo como recurso, para una sociedad donde lo aparente y lo escenográfico-teatral era más importante. Y como vigía incólume del templo, se alza la antigua torre medieval, reformada en el barroco, donde el sonido broncíneo de campanas marcaba el ritmo de los trabajos y los días.

El Salvador no sólo es muestra de arte, historia y estilos, es el eco del tiempo plasmado en sus muros, pero es música, poesía, teatro, es belleza articulada en la unión entre el pasado y el presente. Un atractivo lugar que nos espera para descubrir esa esencia de los lugares mágicos que han estado preñados de vivencias, oraciones, luces y sombras como la vida misma que tiene el pulso de la Historia. ¿Te atreves a entrar?

César Pacheco. Historiador.