La fiesta
La primera vez que contemplé el Cortejo de Mondas, si así podía llamarse en aquel entonces, fue a la edad de nueve años. Debió ser en 1960. Pienso que fue una casualidad. Yo era un niño en mi pueblo, Parrillas, y viajaba con mi abuelo o mis padres a Talavera muy de vez en cuando. Aquella vez fui con mi abuelo.
Un hombre a caballo abría el cortejo, flanqueado por dos cornetas. Me llamó la atención el numeroso grupo de niñas que llevaban en cestos ataviados flores y una paloma. Luego grupos de gentes de los pueblos vecinos, con sus alcaldes, según me explicó mi abuelo. Y por último el Carrito de Gamonal, tirado por los carneros…
Pasados los años, me he convertido en el Presentador de Mondas, cargo que he desempeñado durante más de veinticinco años. Podría contar innumerables anécdotas, he tenido que sufrir lluvias, truenos y granizos, que nos hacían llegar hechos unas sopas a la Basílica.
En la Ceremonia de Intercambio de Bastones no olvidaré el momento emocionante de la entrada de la Soldadesca de Gamonal, su marcialidad y su orden, precediendo al Carrito de los Carneros y su recorrido por el pasillo central del templo hasta el presbiterio. Cada vez al anunciarlo, mi voz temblaba irremisiblemente.
Hoy día el Cortejo de Mondas de Talavera de la Reina quiere ser, en el espacio de una tarde, resumen y compendio de aquellos inacabables festejos que en los siglos XVI, XVII y XVIII llenaban los quince primeros días de Pascua Florida. Desde la Plaza del Pan, donde se inicia el cortejo ante la presencia de los numerosos alcaldes de los pueblos y autoridades asistentes, hasta la Basílica del Prado en que tiene lugar la ceremonia final del intercambio de los bastones, el cortejo discurre por calles talaveranas abarrotadas de gente (de la ciudad y de la comarca), que aplaude y aclama incesantemente. Conviene resaltar aquí el carácter de “fiesta de la comarca” que tienen las Mondas desde el tiempo de la fundación romana de la fiesta hasta nuestros días. Dicho con propiedad: Las Mondas son la fiesta de Talavera y los lugares de su Antigua Tierra, a los que en estos últimos años se han sumado numerosos pueblos de la actual comarca e, incluso, de más allá de la misma.
Abre el cortejo, como antiguamente, el Mayordomo Abanderado y los Alguaciles y Maceros, todos a caballo. Siguen Caballeros de la antigua nobleza, que enarbolan pendones con escudos de armas de los Loaysa, los Meneses, los Mendoza, los Girón, los Carvajal… Siguen, también a caballo, los Caballeros de la Virgen del Prado y representación de los Gremios Antiguos y Oficios, base de la organización de Las Mondas en la Edad Media.
Cuatro espectaculares carrozas conforman la esencia del significado y antigüedad de las Mondas y sus dos mil años de historia. Representa la primera carroza la época romana en que tuvo lugar el origen de la fiesta, denominada Munda Cereris. La segunda Carroza simboliza la época visigoda, en que tuvo lugar la cristianización del rito: según la tradición, fue el rey Liuva II, en el año 602, quien regaló a Talavera la primitiva imagen de la Virgen del Prado y el antiguo Santuario de la diosa Ceres fue sacralizado como Santuario de la Virgen del Prado, pasando a celebrarse desde ese momentos las Mondas Romanas en su honor, ya cristianizadas, y con motivo ahora de las bodas o purísimos desposorios de la Virgen con el castísimo y bienaventurado San José. La tercera carroza evoca los llamados días de dolor, es decir, la Peste funesta que asoló Talavera en 1507 y consiguiente voto de mondas que pronunció el Ayuntamiento y la Clerecía de Talavera. La cuarta Carroza representa la creación de la Hermandad de Caballeros de la Virgen del Prado, que tuvo lugar en 1538, estableciéndose en sus ordenanzas que su vestidura luciera para siempre los colores azul y blanco, emblemáticos de la Virgen María y su inmaculada pureza, de la que los caballeros se proclamaban defensores. A estas carrozas, que se mantienen cada año como resumen histórico de la fiesta, se suelen añadir hasta cuatro y cinco más, cuya temática y conmemoración varía.
Sigue a continuación el cortejo de ofrendas de los pueblos de la antigua tierra de Talavera y de la actual comarca. Es una espléndida manifestación de colorido y folclore: hombres, mujeres y niños ataviados todos con los trajes tradicionales de cada pueblo o barrio portan ofrendas a la Virgen del Prado, “mondas”, ofrendas de pureza para la novia, pues la fiesta se hace en honor de los Purísimos Desposorios de la virgen con San José.
La emoción final la pone cada año Gamonal. Este querido pueblo, durante algún tiempo barrio talaverano, se ha distinguido a lo largo de la historia por su entrañable apego a Las Mondas. En los momentos de mayor crisis, cuando parecía que la fiesta iba a desaparecer, allí estuvo Gamonal con su alcalde y su carrito de mondas. Éste constituye, pues, el símbolo más legítimo de Las Mondas: se trata de un pequeño carrito castellano tirado por dos carneros que se crían exclusivamente para este menester. El carrito está repleto de romero, sobre el que campean numerosas banderitas de tela y papel confeccionadas por las mujeres de Gamonal para la ceremonia. El carrito cierra el cortejo y entrará entre vítores y aplausos en la Basílica del Prado hasta los pies mismos de la Virgen para cumplir así el ritual de siglos de Las Mondas. Le precede, marcial y victoriosa, la Soldadesca de Gamonal, con sus capitanes, sargentos y alabarderos, luciendo el esplendor de sus atuendos y haciendo la salva y reverencia a la Virgen.
Detrás, y en riguroso orden protocolario, siguen Maceros y Guardia Real, los Alcaldes de Talavera y de Gamonal, las Autoridades invitadas, los Alcaldes de las Antiguas Tierras e invitados, la Banda Municipal de Talavera, Cruz Roja y Protección Civil.
Las Mondas llegan a su punto culminante en la ceremonia de ofrendas a la virgen del prado e intercambio de bastones en la Basílica, meta y punto final del Cortejo. Éste tiene como finalidad primordial llevar ofrendas a la Virgen del Prado en sus Bodas o Purísimos Desposorios con San José. Por eso, las distintas Asociaciones y Grupos llegan hasta los pies de la Virgen depositando sus ofrendas: mondas, cirios, ramos de flores, manjares y productos de la tierra…
Efectuadas las ofrendas, se procede a la “Ceremonia del Intercambio de Bastones”. Es otra añeja tradición vinculada a Las Mondas. Se celebra en el interior de la Basílica y recuerda el voto solemne pronunciado con motivo de la Peste de 1507: el Alcalde de Talavera, en presencia del Rector de la Basílica, intercambia su bastón de mando con los Alcalde asistentes, en señal de agradecimiento a los pueblos de las antiguas tierras y comarca por la ayuda prestada en la peste cuando los talaveranos buscaron refugio fuera de Talavera. El Alcalde de Talavera recibe a los numerosos alcaldes de los pueblos en la entrada de la Basílica, donde les obsequia con un bastón con empuñadura de cerámica, en señal de intercambio. Al recibirlo, los Alcaldes solían exclamar: “¡Señor Alcalde, el bastón está en buenas manos!”. Entonces, el Alcalde de Talavera y el Rector de la Basílica acompañan a los alcaldes y autoridades hasta el Presbiterio, donde se irán colocando en las gradas detrás del Altar Mayor. Terminada la ceremonia de Intercambio, hace su entrada ya referida el carrito de Mondas de Gamonal. El acto llega a su culminación: desde el Altar Mayor el Alcalde de Talavera hace su plegaria y ofrenda, que es contestada con las palabras del Rector de la Basílica, cerrándose el acto con el canto del Himno a la Virgen del Prado por todos los presentes.
Finalmente, en la explanada de los Jardines del Prado, tiene lugar una amplia muestra de canciones y bailes folclóricos a cargo de los grupos participantes. Se cierra así el amplio y minucioso conjunto de actos del día de Mondas.