La tierra

Rafael García Bodas, maestro decano entre los pintores ceramistas de Talavera, aún en activo a sus 93 años de edad, 82 de ellos dedicados al pincel, primero sobre azulejos y piezas cerámicas y en la actualidad dando vida y color a otro objeto, el abanico, con la característica greca renacentista, seña de identidad de la cerámica tradicional talaverana.

Aprendiz de Ruiz de Luna, se incorporó al alfar con solo 11 años.

“Aún recuerdo la sensación de “el tiento” entre mis dedos, la caña que utilizábamos para mantener el pulso, como la parte más dura de aprender el oficio”.

Allí conoció a su mujer, compañera de trabajo, pintora también pero limitada a las piezas pequeñas para las que las mujeres eran consideradas más “aptas”.

El grueso de su carrera la desarrolla en Artesanía Talaverana llegando sus obras desde China a Michigan, pasando por Turquía y Polonia, aunque ninguna de ellas esté firmada por el autor por ser esta la norma en los talleres en la época.

Se siente especialmente orgulloso de una copia mural del cuadro del Greco “El entierro del Conde Orgaz” y una fuente monumental en la ciudad de Rosario en Argentina.

Tantos años han dado para ver esplendor y decadencia y mucha incertidumbre alrededor de la ¿industria? cerámica de Talavera, que ha funcionado bien sólo cuando ha estado unida… pide el apoyo de instituciones empezando por los arquitectos municipales para mantener una tradición única en el mundo, fomentar los nuevos usos que atraigan potenciales clientes y nuevo aprendices que continúen con el oficio y promocionarla internacionalmente donde sigue siendo muy apreciada.

“La cerámica tradicional es un artículo de lujo, hay que tratarlo y entenderlo como tal y a la vez ir desarrollando nuevos diseños y usos”.