Paseando el río de las arenas de oro

El Padre Juan de Mariana escribe que Talavera “Está sentada en un valle de cuatro mil pasos de anchura… que cortan muchos ríos de amenísimas riberas, entre ellos el Tajo, célebre por sus arenas de oro, por su extenso cauce y por los muchísimos arroyos que le dan tributo. Besan hacia el norte las aguas de este río las firmes murallas de aquel antiguo municipio…”

El Padre Tajo ha sido siempre el principal referente geográfico de Talavera, el vado primero y más tarde el puente como estratégica confluencia de cañadas y caminos que condicionaron sin duda el nacimiento y crecimiento de Caesaróbriga romana, porque Talavera a pesar de su skyline es una ciudad bimilenaria.

Me gusta definir a Talavera como el vado del Tajo más cercano al puerto de El Pico. Aquí se unen el eje norte-sur de comunicación entre las dos mesetas y el eje este-oeste con el camino natural que une el centro de la península con Extremadura y Portugal.

Vamos a recorrer la orilla talaverana del río a partir de la Universidad, donde debemos dedicar un recuerdo a algunos de los sabios personajes que adornan la historia de Talavera, el Padre Juan de Mariana, padre de las ciencias históricas en España, Gabriel Alonso de Herrera, padre de las ciencias agronómicas, o Fernando de Rojas alcalde de la ciudad y autor de la inmortal obra de La Celestina, que pueden simbolizar la historia, el campo y la cultura de una ciudad y una comarca tan interesantes como desconocidas.

Frente a las aulas se levanta un campo de menhires cerámicos en la ribera del Tajo. Y desde allí se ve, aguas abajo, una central eléctrica, que como tantas se asentó sobre los viejos molinos de Abajo, que también alojaron una fábrica de alpargatas movida por la energía hidráulica.

Vamos subiendo el río por la orilla de la ciudad y contemplamos la riqueza de la avifauna de las riberas taganas. Enfrente se encuentra una de las muchas islas del Tajo a su paso por Talavera, la isla de la Morana, que estuvo plantada de moreras para alimentar a los gusanos de las Reales Fábricas de Seda que se situaban en el siglo XVIII justo al lado de nuestro recorrido fluvial.

Vemos las primeras torres descarnadas y restos de la muralla que desde hace siglos circundaba a Talavera y llegamos al primero de los puentes que vamos a visitar. Se trata del puente de Hierro una construcción que fue toda una innovación en su época.

A partir de aquí vamos deambulando frente al perfil más característico de la ciudad y de clara similitud con el de la ciudad de Córdoba, pues no olvidemos que Talavera fue descrita por los árabes como “la ciudad más al norte de Al Andalus en la frontera con los politeístas”. La Colegial y el soberbio monasterio de Santa Catalina se yerguen ante nosotros y nos invitan a adentrarnos en el caserío para conocer la riqueza monumental con la que cuenta el casco histórico de la ciudad, la tercera en cantidad y calidad del patrimonio de Castilla-La Mancha.

Nos sorprende en el paseo un magnífico mural de azulejería talaverana que nos recuerda representado cerámica, nuestra artesanía más simbólica, la riqueza en pesca de nuestro río y a los talaveranos que se ganaron la vida con sus barcas y sus trasmallos.

Detrás se encuentra el museo etnográfico de la ciudad, donde podremos ver una muestra sobre las tradiciones y viejos oficios de la ciudad, como por ejemplo la maquinaria de una de las últimas fábricas de sombreros de España. Y justo enfrente vemos un potro de herrar reconstruido que nos habla todavía de la actividad agropecuaria de nuestra ciudad como principal actividad económica tradicional de sus gentes.

Los tres primeros arcos del puente Viejo pertenecen al primitivo puente romano, hasta el quiebro que da el arco de Las Armas llamado así por tener encastrado un escudo. Ahora es peatonal y vale la pena pasearlo hasta su otro extremo para ver el perfil de Talavera, la vegetación de las islas y, al final, el viejo edificio de otra central eléctrica que también se asienta sobre unos antiguos molinos y que fue la segunda estación que dio luz a una ciudad en España. Vemos los muchos remiendos y reparaciones del puente Viejo ocasionados por las muchas inundaciones que sufrió a lo largo de su historia, porque como recuerda el dicho: Si el Alberche y el Tajo se amistan, Talavera Dios te asista.

En la cercana torre del Polvorín vemos la cabeza de un verraco que nos ilustra sobre de la cultura prerromana de los vetones en toda la comarca. Seguimos después la ribera hasta las instalaciones del club de Piragüismo Talak que cuenta con algunos campeones olímpicos forjados en las aguas del Tajo. El río que Felipe II quiso hacer navegable hasta Lisboa.

El recinto ferial nos recuerda la vocación comercial de Talavera que hasta hace poco alojaba en esta zona el mercado de ganados que llegó a ser el mayor de España con ocho siglos de antigüedad.

En la orilla de esta zona se encontraba la playa de Los Arenales donde se disfrutaba del Tajo y de sus chiringuitos playeros, y si nos animamos un poco más seguiremos gozando de la ribera y sorprendiéndonos con el segundo puente atirantado de Europa por su altura, e incluso llegaremos hasta el otro río talaverano, el Alberche, cerca ya de su desembocadura.

 

Miguel Méndez-Cabeza Fuentes. Escritor e investigador.